DIARIO DE VIAJE A HOLANDA (por Mamen Huerta)
Siempre que hacemos un viaje, éste conlleva su consiguiente ritual: la preparación (recopilando información y consejos, viendo vídeos y leyendo muchos foros y diarios de otros viajeros), el viaje en sí (me gusta ir tomando notas cuando “siento la necesidad” de expresar lo que siento en esos momentos, cuando las emociones me embargan, cuando las sensaciones están a flor de piel y aún laten con fuerza los sentimientos en el interior; así, antes de que el paso del tiempo disipe los recuerdos o cada reciente acontecimiento suplante al anterior) y por último y estando ya de vuelta, la elaboración del diario.
Suelo escribir mis diarios de viaje en mi Facebook, en “petit comité”, acompañando cada foto con su consiguiente explicación, pero hoy quiero compartir con vosotros el viaje que hicimos el verano del 2017 a Holanda, por si a alguien le puede ayudar o inspirarle mínimamente si está pensando en conocer el país de los canales, el queso y los molinos de viento. Ahí va…
Estuvimos buscando vuelos directos a Holanda con mucha antelación, pero ni por esas encontrábamos unos precios razonables, así que optamos por volar de Barcelona a Bruselas que era más barato, coger allí el coche de alquiler y llegar hasta Holanda por nuestra cuenta. Aprovechamos de paso para conocer Bruselas, Brujas y Gante.
Llegamos el 14 de Agosto bien temprano a Zaventem, el aeropuerto de Bruselas, allí cogimos el coche de alquiler que habíamos reservado previamente desde aquí y marcamos en el GPS Gante, que solo estaba a 56 Km; queremos aprovechar el tiempo al máximo y ver todo lo que podamos…
GANTE nos recibe con sus calles coloridas y soleadas, llenas de cultura, historia y sus bellos monumentos que nos muestran su rico pasado, si bien no nos entretuvimos mucho y básicamente callejeamos por las zonas más turísticas como la catedral, vimos el castillo de Gravensteen por fuera y el puente de San Miguel, comimos en una terraza donde teníamos unas fantásticas vistas de las coloridas y peculiares edificaciones y no nos dio tiempo a más… En la plaza a los pies de la catedral, encontraréis montones de guías que ofrecen free-tours en español; para conocer la historia y el patrimonio de la ciudad, está genial, pero nosotros no teníamos tiempo.
Después de comer volvimos a BRUSELAS y nos alojamos en el hotel Bedford Hotel&Congress Centre; lo contratamos como siempre hacemos, con www.booking.com y fue una elección magnífica. Está en el centro histórico, dando
un corto paseo a pie en seguida llegas a la Grand Place y pasas de camino a ésta por la calle donde está el famoso Manneken Pis. La habitación era muy espaciosa al igual que el baño, la cama enorme y cómoda, el personal muy atento (tuvimos la suerte de que nos atendiera un recepcionista sevillano, así que el check-in fue super rápido y sin problemas).
Una vez dejamos las maletas en la habitación, nos fuimos a descubrir el centro de Bruselas y a dejarnos sorprender...
Como ya he dicho antes, a unos pocos metros del hotel encontramos sin buscarlo el Mannecken Pis; son numerosas las leyendas asociadas a la pequeña estatuilla, como la de que con su chorrillo de agua apagó una mecha encendida salvando así a la ciudad de un incendio o que una bruja lanzó un maleficio contra el hijo de un noble por orinar en la pared de su casa convirtiéndolo así en estatua. La verdad es que está algo escondida, probablemente si no fuera porque siempre está rodeada de gente haciendo fotos, hubiéramos pasado por delante de ella y ni la hubiésemos visto...
Al pequeño meoncete los famosos gofres belgas le hacen la competencia en cuanto a fama, y comparten con él espacio en la calle donde se encuentra, pues hay muchos puestos donde venden los deliciosos y típicos dulces; si eres golosa como yo, estás perdida, pues la variedad, el colorido y la presentación de los gofres en los puestos y en los escaparates invitan a caer en la tentación. Los hay de todas las combinaciones y sabores: con nata, chocolate, fresas con nata, fresas con chocolate, plátano, kiwi, caramelo, dulce de leche, leche condensada... todos me llamaban, me decían “¡cómeme!” y como dicen que un lugar también se conoce por su gastronomía, hice el “esfuerzo” de zamparme uno, jejeje.
Con el índice glucémico por las nubes pero felices, nos fuimos hacia la Grand Place, el lugar más animado y fotografiado de Bruselas. Al llegar quedamos maravillados con la belleza arquitectónica que la rodea, unos bellísimos edificios labrados y con una riqueza ornamental que nos deja con la boca abierta. Mires donde mires, 360 grados de belleza. Según va avanzando la noche, la plaza se va llenando más y más de gente, los flashes de las cámaras se disparan en todas direcciones, la gente joven se congrega en grupos para tomar cervezas y charlar e inundan de vida y de ruido la majestuosa plaza.
Recuerdo que al caer la noche, cuando se iluminaron los edificios y éstos adquirían un tono dorado, como si estuvieran labrados en puro oro, escribí esta nota en mi móvil: “Si el ser humano utilizara sus dones, su arte y su genialidad para hacer cosas increíbles en lugar de cosas destructivas , indudablemente el mundo sería un lugar más seguro, más hermoso y una obra de arte todo él”... y es que si de día es bonita, de noche iluminada es más bella aún.
A la mañana siguiente recogemos nuestras maletas y nos acercamos a ver “el atomium” antes de partir hacia BRUJAS.
Ésta nos recibe con lluvia, es una pena porque ese manto grisáceo de nubes resta belleza a la ciudad en general, a sus bucólicos canales con sus sauces llorones y al colorido de las fachadas de algunas de sus casas.
Después de fotografiar sus hermosos canales que parecen salidos de una postal, nos sentamos a comer en una terraza de la plaza, a las faldas de las coloridas casas; las calesas tiradas por caballos pasean arriba y abajo atravesando la adoquinada plaza; el cielo va abriéndose poco a poco, parece que quiera ser benévolo con nosotros y mostrarnos la mejor cara de la ciudad antes de irnos.
Después de comer volvemos a pasear por sus calles, despidiéndonos de Brujas y sus bucólicos canales mientras vamos a buscar el coche para poner rumbo a nuestro siguiente destino: Holanda.
Nuestro alojamiento en Holanda lo teníamos en Alkmaark, pero antes de llegar no pudimos resistirnos a tener una primera impresión de AMSTERDAM e hicimos una breve visita y ver el ambiente al atardecer, especialmente el barrio rojo, famoso por sus coffee shops y el “distrito de las luces rojas”; nos encontramos con una ciudad colorida e iluminada, en ebullición, con una gran vida nocturna, llena de gente de todas las edades, pero sobre todo jóvenes. Dimos un corto paseo por una de las arterias principales siguiendo el cauce del canal, descubriendo la naturalidad con la que las chicas se exhiben en las ventanas de neones rojos y con la que los paseantes conviven con el ambiente y el olorcillo a marihuana que flota por todas partes; nos encontramos con numerosas tiendecitas que tan pronto te ofrecen en sus escaparates todo un merchandising alrededor de la planta en cuestión: chupa-chups, bebidas, té de marihuana, etc como juguetes sexuales y fetiches varios,. Esta es la Holanda más liberal.
Después pusimos rumbo a ALKMAAR e hicimos el check in en el hotel Stad en Land,un hotel sencillo pero muy bien ubicado,que nos permitió estar cerca de todos los lugares que queríamos conocer, como Edam, Volendam, Marken, Gouda, Zaanse Schans... Este hotel es pequeño y sencillo; ideal para aquellos que se muevan en transporte público, ya que está justo enfrente de la estación de tren y autobuses y en 10 minutos a pie llegas al centro histórico de la ciudad. Tiene la estética típica de los edificios holandeses por fuera, y por dentro descubrimos que también... ¡y es que en Holanda, el espacio es un bien escaso!, lo descubrimos cuando para acceder a nuestra habitación tuvimos que subir por unas escaleras suuuuper empinadas y estrechas y al llegar encontramos una habitación doble con los metros justitos y con una decoración minimalista. Es lo que hay, las casas en Holanda son así, hay que aprovechar el espacio al máximo.
Aparcamos el coche en un parking enfrente del hotel ya que éste no dispone de parking propio, y las zonas de aparcamiento que hay están reservadas para los residentes de las casas contiguas. Al llegar al atardecer ya no teníamos que pagar y como por la mañana nos íbamos muy temprano, nos librábamos de tener que sacar ticket, con lo cual aparcábamos gratis y sin problemas para buscar sitio.
A la mañana siguiente después de desayunar nos pusimos rumbo a EDAM; es miércoles y los miércoles en la temporada de verano hacen la recreación de su mercado de quesos tal y como se hacía hace siglos, Edam obtuvo el derecho a este mercado en 1520. Esta pequeña ciudad con su historia y su pasado, posee dentro de sus muros monumentos nacionales (175) y monumentos locales (100) muchos de ellos con preciosas fachadas, viejos y auténticos puentes, la “Raadhuis” o casa municipal y su “Grote Kerk”, la iglesia grande. La riqueza de aquella época aún se conserva y sin cerrar los ojos nos encontramos en el pasado, cuando en el Dam los barcos cargaban y descargaban. En el s. XIV y XV Edam era uno de los más importantes centros de negocios, sobre todo los negocios del queso y navales (astilleros) llevaron a Edam a un alto nivel. El mercado de quesos de Edam era el centro neurálgico de la ciudad, donde los granjeros llevaban sus quesos para su pesaje, venta y exportación a todo el mundo.
La plaza del pueblo estaba preparada para celebrar la subasta, venta y pesado del queso; llegamos pronto, mucho antes de que empezara la “representación” y nos sentamos en un sitio privilegiado, en unos bancos en primera fila. El público deseoso de ver el espectáculo, las autoridades locales preparadas, los ganaderos y los comerciantes también...¡¡al toque de campana comienza oficialmente el mercado de quesos!!!.
De dos en dos,los hombres ataviados con los trajes típicos,cargan de esta curiosa manera los quesos,trasladándolos hasta la zona de pesado una vez que se ha llegado a un acuerdo sobre el precio a pagar por el producto. Es curiosísima la manera en que acordaban el precio final del queso: vocean los precios uno y otro en un continuo regateo mientras chocan las palmas de sus manos fuertemente, de una forma incluso un tanto bruta, a veces da la impresión de que incluso se gritan y se atropellan hasta que llegan a un acuerdo y lo sellan con un fuerte apretón de manos y una sonrisa. Si te sumerges en el ambiente del mercado,puedes trasladarte a otra época,cuando los carros tirados por caballos transportaban las mercancías, cuando las mujeres llevaban los largos vestidos de aquellos tiempos y los sombreros que solo dejaban ver sus rubias trenzas y cuando los acuerdos se cerraban con un apretón de manos, sin contratos ni papeles.
Acabada la subasta, algunos hombres dan a probar queso al público asistente y los venden a unos precios bastante buenos; nosotros ya habíamos comprado en uno de los numerosos puestos que hay salpicados por todo el pueblecito. Tras el desfile de todos los personajes (alcalde, ganaderos, comerciantes, porteadores, familias enteras vestidas de época montadas en sus carros de caballos,etc.) damos una pequeña vuelta al pueblo y nos ponemos ahora rumbo a Volendam.
VOLENDAM es un pueblito pesquero muy fotogénico que nos recibe con sus casitas de madera de colores, con un delicioso olor a pescado frito y lleno de vida. El puerto y el dique que lo rodea son actualmente su atracción turística: por una parte sus edificios de colores y tejados a dos aguas, sus restaurantes, terrazas, tiendas, los puestos de patatas fritas y gofres (donde probamos uno que estaba realmente delicioso, más incluso que el que comimos en Bruselas), y el puerto con sus barcos pesqueros por otra parte, hacen de la pequeña Volendam una animada y pintoresca ciudad que ha conservado su identidad y su auténtico carácter.
Sacamos los tickets y montamos en el "Volendam-Marken express", un barco que nos lleva a la isla de Marken,pequeñita y encantadora, y aunque el día era soleado, el viento del norte subidos en la cubierta del barco nos hizo pasar un poquito de frío (aunque las vistas merecían el "sacrificio"); recomiendo llevar una buena chaqueta y un pañuelo para el cuello, ya que aunque sea verano, allí las temperaturas son mucho más suaves y el viento sopla fuerte.
Marken es una península rodeada por el mar Gouw y el lago Marker, actualmente es posible visitarla por tierra, pero hasta 1957 era una isla aislada. En ese año se construyó un dique entre la tierra continental y Marken, para conectarla directamente con el resto de Países Bajos.
El museo de Marken está situado en seis antiguas e históricas casas del viejo centro; una parte está acondicionada tal y como una familia de pescadores vivían en ella hasta cerca de 1932.
Me encanta probar la comida típica de cada sitio,es una manera de fusionarte con el lugar en el que estás; en Marken el pescado es la estrella, y uno de los bocados más típicos es el arenque crudo; allí había varios puestos en los que vendían pequeños bocadillos de salmón, arenque, frituras de pescado, etc. y como me encanta el shushi pensé que no me disgustaría...y así fue!, sentados frente al mar tomando el sol, degustamos esas viandas.
Después de comer, alejándonos un poco del pueblo y atravesando las extensas y verdes llanuras dando un agradable paseo, divisando vacas a derecha e izquierda durante todo el camino, llegamos hasta el faro de Marken,que se alza sobre una pequeña lengua de tierra rodeada de mar,de calma,de paz y donde se puede escuchar el único sonido de las olas, el viento, y de vez en cuando el graznido de alguna gaviota que planea por allí.
Para aquellos que no quieran hacer el paseo andando y prefieran hacerlo en bicicleta al más puro estilo holandés, hay bastantes puestos donde las alquilan para poder hacer el trayecto a dos ruedas.
Dejamos estos bonitos y pequeños pueblos pesqueros para terminar la tarde en otro: MONNICKENDAM, que nos muestra la esencia de su pasado y su presente nada más llegar al ver su pequeño puerto, sus embarcaciones y sus redes de pescar. Paseamos por sus calles vacías de gente, entre sus edificios de ladrillo visto rojo y sus históricas casas del s. XVII y XVIII.
Un delicioso olor a pescado y otras viandas impregnaba el aire,y aunque era pronto para cenar (según el horario de España) nos dejamos llevar por el deseo y pedimos algo para picar y probamos la cerveza rosa. Cenamos en una terracita con mucho encanto en la que en los respaldos de las sillas había mantitas dobladas... ¡sí, sí, mantitas en Agosto! y son de agradecer cuando llevas pantalones cortos y la brisa del mar corre al atardecer...
Jueves por la mañana. Este día visitamos el pueblo de GOUDA. En la plaza de la ciudad a los pies del ayuntamiento que parece un castillo de cuento, se lleva a cabo el mercado de queso, el segundo de los 3 que veremos durante nuestro viaje.
Volvemos a ver las hileras de quesos cuidadosamente colocadas en el suelo adoquinado de la plaza,las carretas de caballos y a los locales vestidos para la ocasión. Hay puestos de quesos donde los puedes degustar y comprar, el olor a queso envuelve el ambiente y una banda ameniza a los presentes con música de jazz. El ambiente es muy animado, en cuanto el "jefe" toca la campana a las diez en punto da comienzo el mercado, los regateos, los acuerdos y las ventas.
Subimos a lo alto de la torre del ayuntamiento para tener las mejores vistas de la plaza y todo el despliegue que se monta allí, vemos todo el gentío, el bullicio, las hileras amarillas que forman los quesos perfectamente alineados, las carretas...
A las doce en punto, en el edificio que hay enfrente del ayuntamiento, hay un pequeño carrillón incrustado en uno de los muros; no es que sea nada espectacular, pero es curioso ver a las figuras saliendo y saludando a aquellos que se congregan para verlo.
Dejamos Gouda y nos vamos ahora hacia ZAANSE SCHANS; por el camino empieza a llover con tanta fuerza que pensamos que no vamos a poder ver ni disfrutar como quisiéramos de éste precioso lugar, pero afortunadamente la lluvia cesa y el cielo se abre para dar paso a un precioso día que nos permite disfrutar de este maravilloso entorno.
Como nota tengo que advertir que es primordial ir por la mañana bien temprano, ya que se llena de gente según va avanzando el día y además es un sitio que requiere ir sin prisas para disfrutarlo bien y verlo todo, entretenerse con los animales y recorrer cada rincón, ya que hay mucho que ver; además el parking también se llena y es complicado estacionar fuera. ¡Ah! El parking cuesta 10 € estés el tiempo que estés, o sea, ya sea una hora o el día entero.
En el entorno del Zaanse Schans se construyeron más de 600 molinos durante el siglo XVII, esto la convirtió en la primera región industrial. Todos estos molinos siguen en pie y se pueden visitar. Podrás ver desde fuera, y también por dentro, cómo funciona la maquinaria impulsada por el viento. Aquí además de molinos, descubrimos las casas típicas de los siglos XVII y XVIII, la granja lechera de Catharina Hoeve donde puedes degustar una gran variedad como queso de coco,con trufa, al pesto,con tomate y aceitunas, ahumado, con pimienta rosa, con cominos, etc. etc y comprar los que más te hayan gustado, ¡para los amantes del queso es una gozada!, una fabrica de zuecos y animales en libertad entre otras cosas.
Me encantó este lugar porque recogía en un mismo espacio la síntesis de todos los tópicos holandeses,todo ello en medio de una naturaleza real. Patos, ovejas y otras especies conviviendo en armonía junto a los molinos, las casitas multicolores, la fábrica de zuecos o la granja donde se elaboraban los quesos. Recorremos todos los rincones de este precioso y pintoresco lugar; escuchamos los balidos de las ovejas y el sonido del agua en las norias que hacen girar los molinos mientras paseamos. Nos ha encantado Zaanse Schans, el único motivo que le resta algo de encanto es que hay demasiada gente,pero es normal siendo tan conocido...
Viernes por la mañana, mercado del queso de ALKMAAR. El mercado se ha celebrado siempre en la plaza del Peso Público (Waagplein). Esta plaza se ha ampliado varias veces, en los dos últimos siglos ha sido ampliada unas ocho veces hasta alcanzar la superficie actual, de ahí la gran importancia que el comercio del queso tiene para la ciudad. Madrugamos y llegamos a la plaza central de la ciudad temprano. Está vacía de gente aún, los locales están montando los puestos de venta y colocando todo para que esté preparado ante la inminente visita de cientos de turistas. Tienen que colocar unos 30.000 kg. de queso en largas filas.
Según pasan los minutos de nuevo nos encontramos los mismos rituales: barcazas que llegan por los canales repletas de quesos, esos que luego colocan meticulosamente alineados en la plaza para vender, chicas que aparecen saludando vestidas con los trajes tradicionales, con sus trenzas cubiertas por los blancos y puntiagudos gorros y con sus zuecos, y los típicos porteadores vestidos de blanco con sus sombreros multicolores.
Tras las presentaciones de los invitados importantes, los periodistas, los equipos de televisión y los saludos de rigor de las autoridades, puntualmente a las diez y tras el toque de campana, da comienzo la subasta de quesos. Los porteadores aparecen en escena cuando el queso se ha vendido y lo transportan hasta el edificio del peso público con esos curiosos porta quesos llamados “andas” que parecen balancines de madera con forma de barcazas anclados a los hombros por unas cinchas de cuero y que llevan siempre entre dos, desplazándose en una compenetradísima carrera. Transportar un peso aproximado de 130 kilos, no es nada sencillo, los portadores de queso tienen un “quiebro de portador de queso”, una manera de andar propia que facilita la tarea.
Tras la subasta, comienza la venta de queso al público asistente, algunos jóvenes vestidos con el atuendo típico ofrecen quesos variados a unos precios bastante buenos.
El animado ambiente de la plaza se contagia al resto de la ciudad. Sus canales y sus calles se llenan de gente que compran en los numerosos puestos ambulantes o que simplemente curiosean, fotografían, pasean y disfrutan del folklore y la tradición de Alkmaar.
Dejamos Alkmaar para terminar de pasar el día en GIETHOORN, un pueblecito que tenía fama de ser encantador. Para llegar hasta él tuvimos que atravesar en coche el gran dique, una de las grandes obras hidráulicas de la historia de la humanidad, un complejo y enorme sistema de contenciones, diques y presas que evitan que Holanda pueda volver a inundarse como ya pasó en 1953.
Llegamos al medio día a Giethoorn, dejamos el coche a la entrada del pueblo, comimos en un pequeño restaurante unos bocadillos e inmediatamente después buscamos la "atracción" reclamo por la que fuimos a este lugar; lo que no imaginábamos es que nuestra "aventura" iba a distar tanto de los preciosos vídeos que habíamos visto en youtube, con sus barquitas repletas de gente navegando sonrientes bajo un sol maravilloso, surcando las aguas y admirando las lindas casitas con sus jardincitos a ambos lados.
Nosotros no tuvimos compañía, estábamos prácticamente solos en el pueblo, no tuvimos una tarde soleada sino un cielo cubierto, grisáceo, plomizo y creo que no hicimos el circuito correcto a pesar de tener un mapa; nos perdimos y nos empotramos contra una masa de juncos al intentar hacer un cambio de sentido, pensábamos que nos íbamos a quedar allí encallados sin poder salir y entre risas y nervios volvimos al cabo de una hora al punto de partida.
No, la experiencia no fue como habíamos imaginado... Nos quedamos con las ganas de saber cómo era Giethoorn realmente.
Después de esta pequeña decepción nos volvemos a Alkmaar que parece otra ciudad completamente distinta a la de esta mañana; había vuelto la calma y decidimos pasar lo que queda de tarde sentados en la terraza de un bar, donde vemos como la puesta de sol tiñe el cielo de unos cálidos y vibrantes colores. Preciosa y relajante estampa para acabar el día.
La plaza y sus alrededores que esa misma mañana eran transitadas por un flujo incesante de gente,ahora descansan en el silencio del ocaso; las embarcaciones, las casas,y la torre de la casa de pesado iluminadas ahora, parecen distintas y se han transformado en una bella estampa nocturna de luces y reflejos.
Sábado por la mañana. Nos quedan apenas unas horas en Holanda y queremos exprimirlas antes de coger el avión de vuelta; queremos ver la Amsterdam diurna y nos encontramos una ciudad vibrante, abarrotada de gente, de actividad, de museos...y es que Amsterdam es mucho más que canales y coffeshops.
Recorremos los canales en barco para tener una visión diferente de la ciudad desde el agua; hay varios barcos con varios recorridos para hacer y distintos precios también; hay un ticket combinado con la entrada a algunos museos, a la fábrica Heineken y al mercado de las flores con el que puedes subir y bajar tantas veces como quieras. Nosotros sacamos un ticket sencillo porque no tenemos tiempo más que de dar un paseo por algunos canales. Descubrimos curiosidades como que hay algunas casas antiquísimas, alguna del año 1590 o que los canales se limpian 3 veces a la semana mediante un sistema de corrientes.
Nos llama mucho la atención el mega enorme parking flotante de bicicletas que está enfrente de la estación central, donde se agolpan un descomunal volumen de éstas, las casas flotantes por su singularidad, porque con toda naturalidad están expuestas a las miradas curiosas (muchas casas en Holanda no tienen cortinas en sus ventanas) y porque casi todas tienen su pequeña parcelita de jardín privado flotante, aunque sea un metro cuadrado. Una vez a pie, también nos sorprende la manera perfectamente organizada en que conviven dentro del pequeño caos, peatones, coches, tranvías, autobuses y como no...cientos de bicicletas.
Montamos en tranvía y llegamos a Museumplein, la plaza de los museos, donde comparten espacio el museo Van Gogh, el Rijksmuseum, el Moco Museum y el Stedelijk. Estaba abarrotada de gente, especialmente gente joven, intentamos inmortalizarnos en las mega fotografiadas y famosas palabras rojiblancas “I Amsterdam” sin mucho éxito y comimos unos hot dog y unas cervezas fresquitas en una de las varias terrazas que había en los alrededores de la plaza.
Después de comer nos despedimos de este país definitivamente porque la vuelta a casa es inminente. Este viaje me ha servido entre otras cosas para romper con los estereotipos y los tópicos, y es que pensaba que Holanda era sinónimo de canales, molinos y quesos y me he encontrado con un lugar verde, extenso en llanas y enormes praderas, en naturaleza, con vacas, caballos y ovejas a ambos lados de las carreteras.
Me ha sorprendido el encanto de sus pequeños y tranquilos pueblecitos pesqueros, los relojes en las torres de cuento de hadas que dan la hora con dulces melodías, el cariño con el que preservan sus tradiciones y el orgullo con el que las muestran a los foráneos...
No, no me imaginaba esta versión de Holanda ¡y me ha sorprendido muy gratamente!.
Fotos y texto de Mamen Huerta @nesehu
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